Así que José, conocedor de la zona, se puso a buscar una playa que ofreciera ciertas garantías de que saliera alguna dorada, pero los esfuerzos no fueron recompensados. Era imposible, porque si no soplaba el viento, mis limitaciones no me dejaban acceder a la playa.
Al final encontramos una cala muy bonita abrigada por un monte que frenaba el viento. Pero José nunca había estado allí y ni siquiera sabía si habría pescado. Pero nos arriesgamos igualmente y ocurrió algo que nunca nos había pasado a ninguno.
Cada vez que lanzábamos y recogíamos sacábamos un buey, daba igual el cebo que pusiéramos, venían enganchados a los cebos como lo que son unos carroñeros, era muy pequeños asi que había que devolverlos a su hábitat.
Contabilizamos un total de seis bueyes, no me quiero imaginar los que habría por la zona, pero yo nunca perdí la esperanza de sacar alguna dorada, porque si este crustáceo deambulaba por la zona, por qué no la aparición de una buena cabezona comiendo este manjar. Os aseguro que yo tengo anzuelado cangrejos más grandes.
Podeis seguir este reportaje en el blog de José ( http://nosolomosca.blogspot.com/ ).